Notre Dame I
¡Notre Dame! ¡Notre Dame!
Si antes de la muerte gritasen
¡Notre Dame! ¡Notre Dame!
Serían ladrillos y polvo, polvo
y Notre Dame ¡Notre Dame!
Fue el pueblo quien la alzó,
muriendo, ahorcándose
cien veces muerto bajo
auroras de cristos y señores
¿A qué debemos llorar?
¿A la memoria de Notre Dame?
Grito: No. Y no, y no, y no.
Caerán miles, millares y millones
de hombres, catedrales y
señores. Solo debemos llorar
porque lo nuevo no llegue
no porque lo viejo muera.
Y si morirmos quienes
cantamos, que no se llore.
Tampoco valemos para eso
Que no se llore por Notre Dame
Tampoco vale para eso.
Nada es eterno, salvo el fuego.
Notre Dame II
Están llorando por el cemento,
por aquel ladrillo que os dije
se hizo polvo: Notre Dame.
Y lloran junto a lo no-eterno.
Mientras tanto, una tortuga
-que simboliza a millones-
ha desaparecido del Yangtzé
¿Y a quién le importa?
Que lloren los que tengan
que llorar, la comuna fue asesinada.
Que lloren los que quieran
llorar: ella regresará
De entre la sangre y otras
llamas que tan poco lloran.
Para que el Yangtzé no caiga
al menos sin sus tortugas.
Para que el mundo no muera
al menos sin sus tortugas.
Durante el incendio en la catedral de Notre Dame (15/4/2018), en el que millones de personas se solidarizaban por la catástrofe, redacté el poema sin título que hoy puede leerse como Notre Dame I. Levantó la crítica y el dolor «social». Al día siguiente, a la par que se extinguía en un casi silencio de ultratumba la tortuga de caparazón blanco del Yangtzé, compuse la pieza igualmente sin título y hoy nombrada Notre Dame II, a modo de crítica y respuesta.
Por el autor, Falcata.